Texto de despedida por alta terapéutica

No quiero extenderme mucho porque todos los que estáis aquí ya sabéis mi historia, como empezó y como ha ido desarrollándose. A pesar de todo, ya que la recuperación no es un camino recto hacia la mejora, muchos detalles no los podéis saber. Ahora no quiero explicarlo todos, solo lo digo para disculparme: durante este camino no he sido siempre sincera con vosotros y espero que lo entendáis.
Si un grupo de palabras pueden servir de explicación, de causa, de síntesis y de título son: miedo a ser juzgada. Supongo que no os explico nada de nuevo.
¿Quién lo diría, cuando me encontraba en los momentos más oscuros y solitarios de la enfermedad, que podría expresar lo que me pasaba primero a los familiares, después a personas que acababa de conocer y, finalmente, a los amigos? Que podría hablar de mis sentimientos, miedos y dudas a un grupo de personas de mi edad. Y esto solo era el principio de todo el que he ido consiguiendo. Quiero agradecer al centro, a SETCA, todo el proceso de recuperación. Me ha sido de imprescindible ayuda todos los tratamientos que he recibido aquí. Así como las compañeras que han pasado este proceso conmigo. Fue clave conocer casos como el mío: sacarme la culpa, compartir el dolor.
Y ahora si me permitís quiero ponerme más política. Una parte importante de la recuperación (y del alivio) es llegar a admitir que no soy menos de izquierdas ni menos feminista por tener una enfermedad asociada al primer mundo. Y por eso quiero citar un artículo del cantante Toni Mejías, que anunció públicamente que tenía anorexia y es uno de los miembros de Los Chikos del Maíz. El título de su nuevo disco tendría que ser un eslogan por todo aquel que sufre: “Yes future”.
Nos han hecho pensar que los problemas de salud mental son individuales. Que tenemos la culpa de nuestro sufrimiento. Hablan de una generación de cristal, de una sociedad narcisista que empuja hacia los trastornos de conducta alimentaria. Desde la llegada del neoliberalismo somos seres más individuales y nos creemos más autónomos y libres; con capacidad de decisión. Pensamos que está en nuestras manos estar bien, tener un buen trabajo y una vida llena y feliz. Pero solo desde el apoyo mutuo y las soluciones colectivas dejaremos atrás el sufrimiento y encontraremos motivos para creer que sí que existe el futuro, porque existe, aunque falten hacer cambios radicales.
Y ahora me gustaría agradecer a todos los que estáis aquí. No quiero que parezca que esté recogiendo un premio, aunque (y ahora seguro que os sorprenderéis todos!): me felicito para estar dónde soy; ¡Muy bien, Assutzena! Bien, como decía, no quiero que parezca los agradecimientos de un premio, aunque os quiero dar las gracias uno por uno.
Primero, mi psicóloga: Reyes. Desde el principio confiaste en mí y me transmitiste una paz y tranquilidad que me permitió hablar abiertamente cuando nunca así lo había hecho. Eres quien más me ha escuchado, quien ha convertido un tratamiento de TCA en un proceso de crecimiento personal. Quién me ha hecho enriquecer como persona. Y si antes me daba miedo dejar de venir aquí en el centro por miedo a no poder continuar sin ti, ahora me sabe mal dejar de venir por no verte más (o no verte tan a menudo) y tener conversas contigo como gran persona que eres. Gracias.
Padre y madre, sois a quien más he hecho preocupar durante este tiempo. Vosotros sois los acompañantes de quienes sufrimos trastornos mentales u otras enfermedades y que muy a menudo no damos espacio a vuestro propio dolor. Y sois quien más merecéis el agradecimiento. Enseguida que os dije que algo me pasaba os pusisteis en marcha para solucionarlo. Nunca me habéis cuestionado nada y habéis confiado siempre en mí. Me habéis acompañado en todo el proceso. Y no solo en esto: me habéis proporcionado un espacio para crecer inigualable. Sois ejemplo a seguir y me he sentido siempre muy estimada. No tengáis nunca duda de esto. Gracias.
Alba, muchas de las cosas que te diré ya las sabes, porque contigo siempre he podido expresar todo lo que siento; también el aprecio que te tengo. Mi primera y recurrente confidente de todo el que me pasaba, sentía, sufría, ilusionaba…. y todo lo que me pasa, siento e ilusiona. Bien lo sabes que para mí eres más que una hermana, eres mi mejor amiga. Nunca te podré agradecer todos los conciertos a los que me has llevado, todas las salidas que hemos hecho, que me hayas hecho entrar a tu grupo de amigos, todos aquellos días que me has animado, cada noche que me has escuchado. Ahora nos vemos cuando podemos, pero continúo teniendo la tranquilidad de saber que tú siempre estás. Es mi gran suerte haber nacido siendo hermana tuya. Gracias.
Y por último, mi Oriol. Intentaré que no parezcan unos votos porque, si no, qué vergüenza hacerlo ahora y aquí. Podría parecer que cuando empezamos a hablar -ahora hace dos años- me encontraba en un buen momento. Me encontraba mejor, efectivamente, pero ya había dado por hecho que para mí no existiría la recuperación llena, sino la parcial, que la comida y el cuerpo serían unos huéspedes perpetuos en mi cabeza y que dependiendo del día molestarían más o menos. ¿Cómo estoy ahora? En unas líneas (unos segundos) lo explico.
Pero el que puedo ahora explicar es que es impagable tener ilusión de levantarme cada mañana, ilusión de llegar a casa para verte y explicarte todo aquello que he ido guardando durante todo el día para explicártelo. Es impagable hacer tonterías y reír cada día. Y compartir proyectos e ilusiones contigo. Me has vuelto más segura de mí misma y de mis decisiones y, igual que esas Martens que me regalaste me permiten pisar más fuerte, tú me has regalado, también, andar con paso firme hacia el futuro. Gracias.
Y acabo: Así pues, desde hace un año o unos meses, llega un día en el que me veo bien en el espejo. Y el siguiente, también. Y después ya prácticamente cada día y acabo ni haciendo caso al espejo. Y otro día, me veo bien también en las fotos. Y, de golpe, me doy cuenta de que no estoy pensando en la comida hasta media hora antes de comer para decir «¿que cocino hoy?». Y pienso un plato para que Oriol me felicite por cómo cocino (aunque me felicite haga lo que haga ;)), y yo también me sirvo aquel plato, porque me gusta. O pienso, «ahora hace días que no hago lentejas, toca hacerlas», o pasta o arroz. O pico cuándo tengo hambre. Y no pienso en nada más. No hay segundos pensamientos.
Hasta que llega uno, de pensamiento: «¿Cómo puede ser, todo esto que ahora hago?», y miro atrás, y ya sé la respuesta. Y sonrío. Ha llegado la recuperación llena.

Assutzena.

Si te ha interesado, compártelo!