A partir de los dos años de edad, la alimentación durante la infancia es muy similar a la de los adultos excepto en las cantidades de alimentos de consumo diario que deben de adecuarse a la edad del niño. En este periodo de nuestro desarrollo es donde se adquieren la gran mayoría de los hábitos alimentarios, interiorizando el tipo de comida que es habitual tomar.
Los padres o cuidadores deben responsabilizarse de que el niño o la criatura coma de forma saludable y una buena manera de hacerlo es dando ejemplo (ya que los niños aprenden por imitación) y ofreciendo alimentos sanos huyendo en contraposición de alimentos superfluos. En este sentido, la influencia del contexto familiar se hace muy notable al igual que en otros aspectos de la conducta y desarrollo del niño.
Durante este proceso de aprendizaje y educación, pueden surgir en algunos casos determinadas situaciones o dificultades como:
- Rechazo a probar alimentos nuevos, selección excesiva, lentitud durante las ingestas.
- Mimetismo de preferencias alimentarias o selecciones poco saludables.
- Regurgitaciones y/o vómitos.
- Falta de interés aparente por comer o alimentarse.
- No ingerir alimentos por temor a ahogarse o atragantarse.
- Negativa a comer por una causa afectiva (preocupación, enfado…).
- Actitud negativista o desafiante hacia diferentes aspectos de la vida.
Todas ellas, pueden aparecer de forma puntual o transitoria o bien se pueden volver permanentes y mantenerse en el tiempo. Es en este momento cuando es fundamental reconocer la problemática ya que pueden ocasionar una mala alimentación y un riesgo elevado de desarrollar una patología alimentaria.
La Patología Alimentaria es un trastorno de la conducta alimentaria que se caracteriza por su complejidad ya que participan diversos factores como:
- Factores fisiológicos que regulan la ingesta (sensaciones de saciedad y hambre), la edad, el crecimiento y el peso corporal.
- Aspectos psicológicos del niño, de los padres y de la familia que compone su entorno como por ejemplo: divorcio o separación, relaciones fraternales disfuncionales, patrones de crianza desadaptativos, etc.
- Factores culturales y sociales: baja tolerancia a adaptarse a unas determinadas costumbres o valores, dificultades escolares o para relacionarse en el colegio, etc.
El desarrollo de este tipo de enfermedad comporta déficits nutricionales y por consiguiente una serie de riesgos asociados como bajo peso, retraso del desarrollo y del crecimiento, etc. Y además, supone dificultades de adaptación psico-sociales y de vinculación familiar que van a comprometer un buen desarrollo mental de la criatura.
Algunos de los trastornos alimentarios que pueden suceder en esta etapa de la vida y que recoge la última actualización del “Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales” (“DSM-V”) son:
- Pica: consiste en la ingestión persistente de sustancias no nutritivas (material escolar, de limpieza, etc.) durante un período mínimo de un mes.
- Trastorno por rumiación: Regurgitación repetida de alimentos durante un período mínimo de un mes que no se puede atribuir a una afectación médica.
- Trastorno por evitación o restricción de la ingestión de alimentos: fracaso persistente para cubrir los requerimientos nutricionales como consecuencia de una falta de interés y una evitación de los alimentos que comporta pérdida de peso significativa.
Desde el Servicio Especializado en Trastornos de la Conducta Alimentaria de SETCA tratamos este tipo de patologías bajo un abordaje multidisciplinar en el que planteamos un programa de tratamiento específico que consiste en:
- Tratamiento psicológico individual
- Sesiones familiares
- Seguimiento médico y nutricional
- Talleres psicoeducativos y escuela de padres