21, marzo, 2019
Me gustaría que ninguna madre tuviera que llorar nunca a su hija, y menos que fuera a causa de otro feminicidio; me gustaría que jamás una amiga tuviera que ver llorar a su compañera, por haber sufrido algún tipo de discriminación por su condición de género; me gustaría que ninguna mujer sintiera asco de si misma por haber sido abusada sexualmente; espero que algún día la sociedad aprenda que no hay que protegernos a nosotras de estas hazañas enfermizas, sino educar a aquellos que perpetúan estas
situaciones y, como si no fuera poco, quedan amparados por la ley.
A veces intento imaginarme cómo sería volver sola por la calle a las tres de la madrugada sin sacarme un auricular de la oreja, no vaya a ser que me siga alguien y no lo vea venir. O ponerme esa falda que tanto me gusta sin repasar mentalmente cuál será mi planning, por si es un look inapropiado. O cambiar de acera al ver un grupo de hombres de noche y estar sola. Evitar, huir, pelear. La eterna duda en excesivos momentos. Ganar o perder. Que coste tan grande el último.
Intento creer -quiero creer- que hay esperanza de mejora, de evolución, de superación.
Después enciendo la tele mientras me tomo el café por las mañanas y miro las noticias. Joder, otra mujer asesinada. Otra madre llorando, otra hija sin luz, otra familia quebrantada. Y sé que muchas mujeres lloramos su pérdida. A este ritmo, nadie sabe quién puede ser la siguiente.
Y me duele en el alma. Siento que me arde la sangre al ver la sociedad patriarcal del año 39 en la cual seguimos viviendo de forma estática, pero adornada, sutilmente, con algo de purpurina. Como una gran mierda brillante. Creyéndonos eso de que tenemos derechos, mientras te culpan por ser violada porque oye, que no se hubiera bebido esa copa de más. Y así vamos sumando vergüenzas, dolores, culpas y miedos. Mientras si no te matan, te quiebran. Mientras que, si no te violan ellos, lo hace el sistema.
Mujeres, hoy es el día de levantar la voz, de querer parar este retroceso en el cual estamos inmersas creyendo que no podemos hacer nada por evitarlo. El quid de la cuestión señoras, es que mañana, se nos siga escuchando.
Cada día al mirarte al espejo recuerda que callada no estas más guapa, sino un poco más muerta.
Basta ya de creernos los cuentos de la mujer perfecta, aquella cuya ropa esta impecable, preocupada por una estética extremadamente superficial e inaccesible que solo aflora más la inseguridad hacia nosotras mismas. Déjate querer, aprende de tus errores, de tus virtudes, aprende a serte fiel. Quiérete triste llorando en tu cama, quiérete desnuda frente al espejo de tu casa,
quiérete bailando esa canción que tanto te hace vibrar. Quiérete, porque ahí
empieza la revolución.
No hay guerra sin objetivo, pero no hay fuerza sin arrojo. Y lo que no nos dicen, es que el amor más impetuoso es aquel que uno siente por una misma. Porque este es quién aviva el coraje para seguir luchando. O empezar a hacerlo. Porque nunca es tarde.
Lucha por ti, por mí, por ellas, por nosotras. Lucha por la esperanza de empezar a instaurar una sociedad justa y libre. Donde quién toca a alguien cuando esta dice no, tenga consecuencias legales adecuadas al dolor que ha producido y que jamás se borrará. Y si hay magistrados que no lo ven, quizás deberíamos preocuparnos más por esto que no por la talla de pantalón que usamos. Joder, qué miedo me dan estas cosas.
Tiremos las vendas al suelo y digamos BASTA todas juntas el viernes 8 de marzo, pero también el sábado, el domingo, el lunes y todos los días del año. Luchando juntas somos más fuertes, codo a codo, mano a mano. Ni un paso atrás, no se cede, no se tira la toalla. No se menosprecian gestos, miradas, acusaciones, insultos, hechos. Porque no se mueren, nos matan.
Si nosotras paramos, el mundo se para. Porque nos han quitado tanto, que no se han dado cuenta que también nos han quitado el miedo.
Por las que lucharon por nosotras durante los años precedentes, por las que nos han arrebatado y nunca volverán, por las que seguimos aquí, por todas las que vendrán. Yo sí te creo hermana.
Y si un día no vuelvo, no quiero que me enciendan una vela, quiero que enciendan barricadas.
Atentament, nuestra lucha.
Testimonio pacientes en tratamiento de hospital de día con TCA.