Amor propio

No hay ninguna asignatura que te lo enseñe. Tampoco nadie puede contarte del todo de qué va ni de qué color es, porque de algún modo, todos están en el camino. No es áquel amor que leímos en los cuentos. Ni que vimos en las películas. No ocurre de la noche a la mañana. Y sobretodo, no es estático. Varía. Como el clima, como los días, como la vida. El amor propio no siempre se lleva adentro. Nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos y con el resto del mundo no es innata, es una forma aprendida, pasito a pasito, a lo largo de nuestra vida. Especialmente, durante la infancia y adolescencia. Ahí, aprendemos a querer y a querernos. ¿Qué es entonces el amor propio? Muchos pensaron que el amor propio es amar siempre aquello que somos. Sin embargo, el amor propio se parece más a la relación que tenemos con nosotrxs. Es una aceptación de quiénes somos. Solo puede originarse tomando conciencia. Trabajándose con respeto y gratitud hacia el camino propio. No implica sabernos perfectxs, sino la posibilidad de reconocernos más allá de nuestras imperfecciones. Valorarnos, pese a ellas. Amor propio va también de ser consciente de que algo te está dañando y no desear eso para ti, cuidarte y priorizarte. Hablarte bonito. Ser amable contigo y tu proceso. Con tus errores, incluso. Quizás, también, es darse cuenta que todo aquello que buscabas fuera, que aquella sensación permanente de insatisfacción, se halla adentro. Que solo recorriendo tu forma de mirarte podrás mirar. Que eres el primer lugar donde buscarte. Y de ahí, empezar.

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